Hugo Orlando Gatti, conocido como el ‘Loco’, fallecido este 20 de abril a los 80 años, fue uno de los porteros más emblemáticos del fútbol argentino, donde alcanzó la cima mundial al ser campeón de la Copa Intercontinental en 1977 con Boca Juniors, equipo con el que también conquistó dos veces la Libertadores.
Hugo Orlando Gatti: su lengua afilada, que siempre le acompañó, le dio un papel protagonista en la televisión española, donde, en sus últimos años de vida, se convirtió en comentarista del programa deportivo El Chiringuito.
Gatti, que pudo presumir en su historial de haber jugado en los dos clubes más grandes del fútbol argentino (River Plate y Boca Juniors), falleció este domingo 20 de abril.
El exguardameta fue sometido a una operación de cadera en el hospital Pirovano de Buenos Aires en febrero de 2025; el posoperatorio se complicó por un virus y derivó en una neumonía.
Nacido el 19 de agosto de 1944 en la localidad argentina de Carlos Tejedor (provincia de Buenos Aires), debutó en la Primera División del fútbol argentino en el club Atlanta en 1962 y, dos años más tarde, comenzó a jugar en el River Plate.
Fue traspasado al Gimnasia y Esgrima de La Plata en la temporada 1968-1969 y permaneció en el club hasta 1975 cuando fichó por Unión de Santa Fe.
El 15 de febrero de 1976 fichó por el Boca Juniors, club con el que vivió su etapa más exitosa.
Con el conjunto ‘xeneize’, ganó dos campeonatos Metropolitanos en 1976 y 1981, uno Nacional en 1976, las dos Libertadores en 1977 y 1978 y la Intercontinental en 1977, en una final que el equipo argentino ganó al Borussia Monchengladbach (2-2 en la ida y 3-0 en la vuelta).
El idilio con la hinchada xeneize iba en aumento y su nivel lo llevó a ser convocado al seleccionado argentino conducido por César Luis Menotti. Se acercaba el Mundial 78 que organizaba la Argentina. Memorable fue su actuación bajo la nieve en el amistoso que el seleccionado le ganó 1-0 (gol de Mario Kempes) a la desaparecida Unión Soviética. Tras ese partido fue bautizado como el “León de Kiev”.
Una lesión lo marginó en la recta final al Mundial, mientras en River se acrecentaba la figura de Ubaldo Matildo Fillol, al cabo determinante en la conquista de la primera Copa del Mundo. Entre Gatti y Fillol no solo sobrevolaba la rivalidad Boca-River, sino también los estilos antagónicos que representaban. El Pato era todo reflejo, potencia de piernas, imponencia física, voladas espectaculares, poco menos que inexpugnable bajo los tres palos. Gatti era un arquero con alma de jugador de campo, un espíritu libre, un físico magro, alguien que quería que la pelota le llegara no solo para atajarla, sino también para jugarla, para sentirla en su empeine, para buscar a un compañero con un pase preciso. Hubiese encajado perfectamente en esta época, a partir del cambio reglamentario que al arquero le impide tomar con las manos una cesión de un compañero. Estupendos exponentes del puesto, Fillol y Gatti comparten un récord: 26 penales atajados, sin contar las series de desempate.
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