Fue el pase más importante en la Liga de España en el reciente mercado. La incorporación que llegó para potenciar al Atlético de Madrid y también para dotar de mayor atractivo a la competencia en general. A tanta expectativa, Julián Álvarez debía responder con un rendimiento ofensivo que hiciera la diferencia sobre los rivales. Se le concedía el lógico tiempo de adaptación que necesita todo futbolista que cambia de país y de equipo, con las diferencias que hay entre el estilo de juego que pregona Pep Guardiola en Manchester City y el que sostiene Diego Simeone.
Tras un debut ingresando desde el banco en los últimos 12 minutos frente Villarreal, le siguieron tres cotejos de titular, siendo reemplazado en cada uno. Fueron 208 minutos en los que la Araña no solo no había encontrado el gol, sino que tampoco había estado cerca. Se notaba que todavía no encajaba en el funcionamiento, que faltaba entendimiento con unos compañeros con los que no había compartido la pretemporada por estar en los Juegos Olímpicos, donde no había anotado en cuatro partidos.
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Hasta ahora solo se había visto lo que nunca deja de entregar Julián: despliegue solidario, presión sobre los defensores, desmarques para el que llega desde atrás con la pelota. Faltaba lo que llevó la cotización de su pase a los 75 millones de euros: el gol. La espera terminó este domingo, con un toque de zurda en un partido que ya estaba en el descuento y Atlético Madrid tenía ganado.
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